diciembre 04, 2008

La absurda, grosera, burda, infame y cruel... vida

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Es extraño como siempre nos encontramos en un punto de esta vida, preocupados por llegar al siguiente de la mejor manera. ¿Existe algún espacio en ella para gritar que no se desea vivir así? Es como si tu existencia sólo fuera un estado etéreo entre los hombres; un infinito sin sentido; un círculo vicioso de personas fluyendo en la rutina como la sangre por las venas. Todos constantemente reducidos a un código (XX), un número (5624920422), a una fecha (08/10/1984) a un link (www.sin-pliegue.blogspot.com) o un Rut (15.772.320-0), sin discusión aceptamos que se nos vaya determinando por elementos externos a nosotros que consideramos cada vez más propios. Desplazamos nuestra satisfacción a cuestiones artificiales. Nos transformaron y nos transformamos en esclavos de la necesidad; siempre insatisfechos, siempre esperando más, ese vacío imposible de llenar, ya que en su base un agujero se lleva todos nuestros “logros”. Por momentos degustamos cosas, simples cosas que no son más que cosas, que según este mundo te permiten decir con confianza “ahora soy un poco más feliz.... Pero no lo suficiente”. Una gran parte de mi reniega este modelo de vida, pero otra teme no cumplir con sus expectativas absurdas. Es como vivir en una incesante conexión y desconexión de todo. Temerosa espero alguna respuesta a esta angustia por la vida enajenada, que tarde o temprano será mi vida, asumiendo que aun no lo es... tanto. Me opongo a ser una esclava más y sentirme feliz de tener un trabajo de ocho horas diarias y un salario miserable, preocuparme de ofrendar todo lo que gano, todo aquello por lo que trabaje estúpidamente a “algo/alguien” agradeciéndole el estar viva. Luego volver al laboro diario. Quiero decir que soy atea, sin embargo sigo la religión económica. Pago por el agua que bebo, pago por la comida que me alimenta, pago por calles, pago por todo lo que mis sentidos encuentran en este mundo de mujeres y hombres. El paraíso es en la Tierra y se llega a el con mucho trabajo y cada peso que tienes es un pedazo de Dios. Ese Dios que me creó a su semejanza para que yo hiciera todo lo que él no era capaz de hacer. Esclavizada hasta el último segundo de mi vida. Todo funciona y te exige inmediatez. El aquí y el ahora y peor aun, el después siempre presente. Somos una sociedad neurótica, bloqueamos todo tipo de confrontación contra el sistema impuesto;. Neuróticos hasta la punta de nuestros pies y vamos por la vida engañándonos, silenciando nuestras frustraciones y disgustos, comportándonos ansiosamente con todo, enojados con nosotros mismos y con lo que nos rodea. Canalizamos nuestra alarma interna, la que nos dice que esto está mal consumiendo, gastando y ahorrando. Cada día vamos mutando más en la cucaracha de La Metamorfosis. Oscuros y sombríos bicharracos, funcionamos como máquinas de carne infelizmente vivas, satisfaciendo a nuestra matriz, mientras más nos esforzamos por cumplir con el deber ser, más extremidades nos crecen y más insignificantes nos volvemos. Con el ascenso de la sociedad de masas, la esfera de lo social, tras varios siglos de desarrollo ha alcanzado finalmente el punto desde el que abarca y controla a todos los miembros de una sociedad determinada igualmente y con idéntica fuerza (...) Esta igualdad moderna basada en el conformismo inherente a la sociedad y únicamente posible porque la conducta a reemplazado a la acción como principal forma de relación humana.p Cada día que pasa veo a la naturaleza con más distancia y cada día mi necesidad por volver a ella aumenta. Uno no se cuestiona si ella hace o no las cosas bien, si un árbol es bueno o malo, si los peces funcionan o no; la naturaleza y el cosmos simplemente son y nosotros deberíamos retornar a ser uno con ella. Sin embargo cada segundo, cada parpadeo que damos nos matamos junto con ella y a eso le llamamos “supervivencia”... Todos los años estamos más alérgicos. ¿A qué? ¿Al humo de las micros? ¿Al uso de celulares? ¿Al cemento donde pisamos diariamente? No. Cada vez aumentan más las alergias al polen de las flores, a los pelos de los gatos, a la pelusa del plátano oriental, a los rayos del Sol, a las hojas de un Litre. ¡A la Naturaleza! Qué somos?! Maquinas? Cómo hemos podido llegar al limite de repeler nuestro medio ambiente, nuestra vida, como puede sernos extraña ella y no sentir lo mismo por una lata de Coca Cola. La sublime Tierra que funciona en armonía y sincronía con el todo. Así funcionamos con nuestro entorno, aquello que no somos nosotros. Es triste aceptar que el estado natural de los seres humanos, se distancia de nosotros mismos y que cada vez nos volvemos más ajenos e inconexos unos con otros, simplemente cumpliendo con alguna función dentro del sistema (artificial) y nada más. La mecanización del ser, transformándonos en simples herramientas, maquinas de carne y hueso. Veo la dominación y el control del pensamiento, de los movimientos, de las emociones. Hemos perdido el sentido de la vida. Sentido que creo que no es más que vivirla; contemplar la perfección de lo que alguna vez fue parte inherente a nosotros. No quiero esto ni para mí ni para los hijos que no voy a tener, pero tampoco para los hijos que nacerán. Estoy triste. Siento que el futuro no tiene esperanza y que las cosas no pueden mejorar Me aburre todo y nada me satisface Como persona soy un rotundo fracaso Soy culpable, se me está castigando Me gustaría matarme Antes podía llorar pero ahora estoy más allá de las lágrimas He perdido el interés en los demás No puedo tomar decisiones No puedo comer No puedo pensar No puedo sobrellevar mi soledad, mi miedo, mi asco Estoy gorda No puedo escribir No puedo amar Mi hermano se muere, mi amante se muere, los estoy matando a ambos Voy como una tromba hacia la muerte Me aterra la medicación No puedo hacer el amor No puedo coger No puedo estar sola No puedo estar con otros...p ¿Por qué estoy citando una obra? Porque sus palabras reflejan estados, deseos, emociones, angustias de cada uno de nosotros. Esto somos de manera reiterativa en nuestra vida; este fragmento refleja el colapso de nosotros mismo. El nivel de muerte en vida que constantemente nos bombardea la cabeza; la angustia que nuestros órganos somatizan en sensaciones de asco y frigidez. Creo que con solo haber sentido una de ellas ya estamos siendo representados en ese par de líneas. Qué esta sucediendo con nuestro insostenible vacío. Es este vacío el que no comprendo, pero que en varias ocasiones siento. Este sentirse sólo y estar físicamente saturado y atosigado de iguales a ti, de imágenes, ruidos e invasiones de todo tipo. Todo lo necesario para que no asumas tu estado, mi estado, el estado. Quiero la oportunidad de saber quién soy. Por ahora me encuentro incapacitada de escuchar algo que no provenga del exterior; y pasa el tiempo, los momentos y me olvido de mi misma y todo me ayuda a olvidarme, porque es probable que no le convenga que te re-conozcas e intentes volver a ese estado primario de deslumbramiento y conexión con el todo. Pero el ego es aberrantemente dantesco y cuesta demasiado salirte de él. Siento las cosas creadas por el hombre como asqueroso. Los objetos, la moral, la búsqueda de esa inexistente verdad del hombre y, mientras más te afirmas con dientes y garras a insignificancias como esas, menos te re-conoces. Cualquier intento interno por salir del ego entra automáticamente en pugna con el exterior que te amenaza con todas sus herramientas sociales, culturales y lo peor de todo morales (esa maldita culpa por no encajar, por no cumplir expectativas y presiones de los otros que te dicen como debes ser, moverte, comer, respirar, pensar actuar, hablar), para que no salgas de ti. Negativiszan y patologizan tu estado, le dan un nombre, una condición un tratamiento y tu deseo de ferviente libertad vuelve a apagarse, se neutraliza, se bloquea, se anula y te reinsertan en la “normalidad” de este absurdo. Una mezcla de credulidad y cinismo era la característica sobresaliente de la mentalidad del populacho antes de convertirse en fenómeno cotidiano de las masas. En un mundo siempre cambiante e incomprensible, las masas alcanzaron un punto en el que, al mismo tiempo, creían en todo y no creían en nada. Pensaban que todo era posible y que nada era cierto. En si misma, la mezcla resultaba suficientemente notable porque significaba el final de la ilusión de que la credulidad fuese una debilidad de almas primitivas que nada sospechaban y el cinismo, el vicio de mentes superiores y refinadas.p Esta es la vida entonces? Una estupidez gratuita para todos. Donde algunos juegan a plasmar ficciones en los sentidos de otros. Cegados siempre por ilusiones burdas que al segundo pestañar se esfuman. Pero estamos acostumbrados a no pestañar y ver las cosas tal cual las pintan. Esa inconsistencia de lo que nos rodea y aunque pienso y me quemo el cerebro pensando en la forma de cambiar este caos, no encuentro solución cercana. Y quién soy yo para creer tener herramientas para llegar a una respuesta. Que fácil es optar por la estupidez, por creer en el sin sentido que se nos muestra, no cuestionar, no sufrir, no ahogarse al ver el adormecimiento que sufre la gran mayoría y con toda responsabilidad me hago a un lado de esa mayoría, pues se que si bien me falta mucho por descubrir en el circo que vivimos, mucho de él no lo siento parte de mi. Estoy perdida con el funcionamiento de lo que rodea el cotidiano. Las cosas simples las aplico a la rutina que se me enseño desde niña, sin embargo todo va en subida y no quiero continuar por el mismo camino. Cada vez me cuesta más seguirle el ritmo a esto que no puedo llamar vida y me refugio en el silencio. Estoy cansada a mis 24 años y temo de este prematuro cansancio. A veces parece un retroceso el no poder comunicarme con tranquilidad, la posibilidad de no entender y permitírmelo con confianza, sin temor a rechazo. Y no me refiero a no entender una materia, o una conversación o un conflicto. Es no entender todo. Desde el piso de cemento que no deja que la tierra se nutra; a un gato atropellado en la calle; o un hombre jadeándote en el oído al pasar por tu lado; tampoco la anciana que te empuja; el Sol que no veo con los edificios; la ropa que uso; la vergüenza que aprendí a sentir por la desnudez; las metas y aspiraciones que debo cumplir, que debo tener. Todo es basura, todo es una extensión de nosotros mismos. Toda la artificialidad que inventamos son nuestros propios brazos. Cosas inertes que nos dominan. ¿Y que sucede cuando ya no se quiere más de todo eso y se desea volver a un estado cero un estado infinito dentro de la misma finitud de la vida? Pero si fuera un deseo o llamado del ego escaparía a un cerro, me volvería ermitaña y me convencería de que ahora el mundo es mejor, pero eso no sería como taparse los ojos ante el desastre del que somos responsables. Mi anhelo de volver al origen de nosotros mismo es un deseo de que se realice de manera colectiva, como especie que somos y acunarnos en los brazos de la Tierra y simplemente respirar. Es tan difícil aceptar este esta forma en que funciona todo. Porque es como un estado de decadencia que nadie puede desear. Un animal que se destruye así mismo cada segundo que pasa. Y hacerse cargo de semejante destrucción es prácticamente imposible. Porque es todo. Cada paso que se da en la Tierra es destrucción es violación a las leyes de la naturaleza. Caminar por las calles, tomar una micro, la manera en que nos alimentamos. La manera en que nos alimentamos! El daño que provocamos al tener hambre y comer es terrorífico. La innumerable cantidad de especies que capturamos cada segundo para alimentarnos. Le otorgamos una categoría material a la naturaleza, dejamos de ver a los seres vivos como vivos y los consideramos mercancía de nuestra propiedad. Esta ridícula apropiación, cuando siempre fue nuestro y de cada ser vivo que habita en el planeta, pero nosotros quisimos que fuera más nuestro que de los otros y estamos viciados creyéndonos dueños feudales de nuestro hábitat. No está dentro de mis planes llegar a una conclusión, radical, única e irrefutable, pues no creo que exista y menos dentro de mi cabeza colapsada de preguntas aún. Pero si creo que existen formas de generar cambios, primero a nivel interior y luego que pueden ser extendidos a todo quien desee despertar. Tenemos en nuestra sangre el agotamiento de generaciones anteriores que han pasado por lo mismo que nosotros, muchos quienes en su vida se cuestionaron el funcionamiento de todo lo que los rodeaba. Pero cuando llega a uno la pregunta ¿para qué todo esto? Y ninguna de las respuestas que encuentras en tus pensamientos te tranquiliza, es imposible retroceder. He comprendido pocas verdades de un sinfín de las que esperan aparecer en la vida. Falsas verdades que me visitan y entran en conflicto con lo que siempre he considerado como “real”. Es un sentimiento que se repite una y otra vez. En un momento de silencio o de bulla ensordecedora. Aparece frente a ti, se posa en tu cerebro y juega con tu estructura, te saca de esa solidez que creías tener. Ya no puedes hacer nada más, porque el mundo como lo comprendías y te lo explicaron se derrumbó dentro tuyo. Y te sientes en un abismo del cual es difícil salir. Pero en realidad ya no quieres salir, porque una vez que te cae la torre encima con toda su estructura, es imposible querer vivir en ella como si nada; es una tranquilidad poder sentir cuando hiede la porquería sobre tu nariz y no creer que en hueles flores. Encuentras la luz. Esa alegoría que leí por primera vez a los quince y que te la pasan como materia para una prueba donde luego preguntan “¿qué sombras ven los esclavos?, de qué color se imagina las cadenas? Y tu no entiendes, porqué te preguntan tanta tontera de un texto; comprendes la analogía con facilidad, pero sin interés profundo por ella. Pero eso cambia radicalmente al encontrarte con ella comprendiendo poco a poco la falsa realidad. Ves como te atosigan y bloquean los sentidos con un frenético consumo de basura, y como puercos extasiados todos corren a ser parte de un algo que engaña haciéndote sentir pleno, a gusto, parte de un algo, aceptado. Ves con tus ojos a los criadores de gansos que te engordan y revientan tu hígado para hacerlo un distinguido paté. Y feliz en una caja comes los granos con una enorme sonrisa. Nace una serenidad que pronto vuelve a convertirse en caos. Sólo que este caos es porque ya entiendes que nada es verdad, que lo que tus ojos diariamente ven es un montaje fabricado por otros. Ahora puedes confiar en tus sentidos, en tus dudas, en tus miedos, en tu instinto, saber que es correcta la disconformidad con lo que te rodea y sentirlo sinsentido. Ves la ficción en lo que por momentos creíste y llamaste vida. No. Eso ya no existe internamente. Pero aun debes seguir lidiando con ella. Te das cuenta que saber como funciona todo te da herramientas para moverte desde los bordes de esta ficción. Aprender a conocer como se mueve la vida y como puedes poco a poco ir reconociendo formas descifrar tanta locura, tanto engaño que hemos ido fabricando para nosotros mismos. No veo una posibilidad de cambiar en su médula tanto horror, pero aprender a vivir dentro del caos, sabiendo qué es y qué no es, te vuelve más simple tu instancia, tu instante vivo. Y por qué es absurda, grosera, burda, infame y cruel? Una vez desencantada de la ficción que se había enraizado en tu cerebro, cuando ya queme gran parte de aquello que consideré por largo tiempo como propio, único e irrefutable, veo lo ridículo que es el orden de las personas. Después de haberme enojado con lo que me rodea porque veo su falsedad, mi ánimo se calma y comprende que las cosas no van a cambiar. Puedo ver el absurdo que es seguir respondiendo con la típica cortesía y empatía a lo que te gobierna y puedo reírme del circo en el que estoy constantemente haciendo del fenómeno del espectáculo. A ratos me vuelvo a molestar por considerar violentos los estados de sometimiento de la sociedad. La poca sutiliza para gobernar y por lo tanto grosera, burda y desmedida la dominación de todos. Infame pues se pasea con su látigo, nos golpea sin razón y se ríe en nuestra cara sin un mínimo de vergüenza y cruel, ya que cuando estas en el peor de los posos, con el cuerpo adormecido de dolor, los ojos reventados de tanto sufrimiento y la cabeza que te explota, por la presión a seguir funcionando, ésta maldita coloca otra piedra de pesada en tu espalda, para comprobar que puedes tolerar mas. Y lo peor y más triste de esto es que es muy probable que tenga razón. Y al tenerla, te sientas bien porque te “superaste”. p Arendt, Hannah, La Condición Humana, editorial PAIDÓS, página 52 p Kane Sarah, ansia 4.48 Psicosis, Colección Gran Teatro, editorial Losada, edición abril 2006. Página 92 p Arendt, Hannah. Los Orígenes del Totalitarismo. Editorial Taurus. Página 470