junio 09, 2008

FobianOniMa

Tengo 45 años y le tengo fobia al algodón. A esa nube pomposa que puedes tener en tus manos y dejarte llevar por su suave textura. El mismo que mi madre utilizaba para limpiar su rostro por las noches y limpiar mis rodillas rotas luego del colegio. Ese que hace cosquillas en tu nariz si lo acercas muy lento. Yo, soy incapaz de verlo con tranquilidad. Mi corazón se acelera, las manos se me humedecen y sólo pienso en huir lo antes posible para no continuar compartiendo el mismo aire con eso a lo que tanto le temo. Todo comenzó el día que nací, soy sietemesino, no por opción, sino por mi madre. Ella estaba agotada de tenerme en su vientre y lo único que deseaba era tenerme de una vez por todas entre sus brazos. Entonces una noche o quizás fue una mañana... dejémoslo en un momento, mientras ella se daba un baño en la tina, comenzó a acariciar su enorme barriga y me dijo “hijo mío, sal de mi, ya no aguanto, prometo cuidarte como lo he hecho hasta ahora, pero por favor sal de mi”. Su honestidad me ganó y a las pocas horas estábamos los dos rodeados de luces y doctores toqueteándonos como pedazos de carne en la carnicería. Cuando llegué a la Tierra creo que no fui lo esperado por los doctores, pues mi tamaño y peso eran inferiores a lo normal. Por eso desde los primeros días mi madre optó por envolverme en rollos de algodón, para no enfriarme. Desde la punta de mis pies hasta la coronilla, sólo me dejaba un espacio mínimo para respirar. Días y noches enteras mi cuerpo pasaba rodeado de esa cosa blanda y blanca. A veces olvidaban dejarme espacio para respirar y debía hacerlo a través de las fibras de dicho elemento. en esas ocaciones el aire que entraba por mi nariz era caliente y perfumado, tanto que comenzaba a marearme su aroma. En otras oportunidades, el algodón entraba a mi boca y con la saliba se deslizaba hacia mi garganta; no podía hacer nada hasta que mi madre se diera cuenta de lo que sucedía. Puedo decir que fue un tormento vivir dichas experiencias. Mi abuela dice que nací en el invierno más frío que ella en sus 89 años ha vivido, y que de no ser por el algondón yo habría muerto de hipotermia. Puede ser....
Una vez más me encuentro en una sala de espera pensando en lo que va a suceder en unos minutos más. Llegara la gorda vestida de blanco, con cara de desgracia (y obvio quien no, son las 4 de la mañana estoy borracho con el rostro sangrando y ella tiene que hacerme las curaciones, en vez de estar durmiendo junto a su marido o qué se yo!) a preguntarme con total desinterés que me ha sucedido, y yo con mi mala pronunciación le contestaré “chh chhoqué contra el poste a unas cuadras de acá” completamente humillado, la gorda me mirará y con desdén traerá la maldita mesa con la indumentaria para limpiar mi herida y yo.... bueno, yo enloqueceré y seré nuevamente humillado luego de que la gorda me pregunte, “qué le pasa?!!!?” y yo con mi rostro enrojecido deberé contestar “tengo fobia al algodón”... ella se reirá mi cara y con doble placer limpiará mi herida. Con espasmos y los ojos bien cerrados sufriré la tortura de sentir el cálido cariño que mi mayor pesadilla me brinda; la gorda terminará su trabajo y se ira con total indiferencia y yo quedaré en esa habitación con la cruda sensación de una brutal violación. Tomaré mi abrigo y partiré rumbo a casa, intentando olvidar lo ocurrido.

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