junio 20, 2007

Identidad

Cuando me miraba en el espejo antes de salir a trabajar, podía quedarme largas horas observándome. No tengo buena vista así que desde los 9 años utilizo anteojos. El cabello cada vez me acompaña menos y la barriga tiene un crecimiento progresivo. Tengo 44 años pero no creo que eso les interese mucho. En realidad las personas de mi edad no suelen tener una vida muy atractiva, con historias que te mantienen despierto en noches familiares. Esposa, hijos y familia, no eran temas para mi. Puede sonar justificación, pero la verdad es que aun no encuentro a la mujer ideal. Romances creo haber tenido más de un millón, con mujeres de todas partes, pero nunca dejaron de ser romances. Puedo pasar meses o hasta años con una bella mujer, pero siempre vuelvo a lo mismo, durmiendo junto a la exquisita soledad de mí cama. Los hijos vendrán con el tiempo, la edad y la vejez, o quizás antes (pero es mejor no adelantar) Si me preguntan quien soy, por lo general respondo soy Hernán… un hombre que con mucho sacrificio ha logrado tener todo lo que desde pequeño deseó. Es que ese soy yo! La vida me ha mimado. Soy un ser feliz – o por lo menos me mentalicé para verme así, feliz-. Pero vamos a la parte interesante, lo que me caracteriza, la razón para hablar de mí. Quizás muchos cuando me ven pasar por la calle, ni siquiera tienen conciencia de que existo; otros me ven, pero no les llamo la atención. Hace un par de años atrás (quizás más de un par, casi diez años atrás), la situación me afligía más que ahora, creo que a varios les puede pasar lo mismo. Sentirse que no se es nadie, vivir siendo nadie, que tu vida gire en torno a una rutina que no te complace no te llena. Así era yo a los treinta y cuatro años… desde los treinta, el tema de la realización se pone cuesta abajo. Los años de juventud terminan y debes tener cierta estabilidad. Yo me encontraba sólo con un espíritu de casanova que no conquistaba ni a la mujer más desesperada. Al terminar una carrera me aseguré un empleo donde me proyectaba hasta jubilar. No tenía aspiraciones de sueldo, ni de ascenso ni mucho menos el reconocimiento por mi empeño. Trabajaba porque eso era lo que se debía hacer. La frustración era la palabra que acompañaba todas las mañanas mi desayuno. Llegar a los treinta sin barriga, menos canas y trabajando en algo que valiera más la pena era mi meta. Pero, ¿hacía algo por cumplirla? La verdad no mucho. Un día todo cambió. Desperté deseando ser algo y alguien más. Recuerdo que era otoño (antes pensaba que las mejores estaciones eran verano e invierno, pero ahora creo que las estaciones intermedias, son las más bellas), era uno de esos días fríos, pero con Sol; un cielo limpio, después de haber llovido por horas. Era lunes y desperté sin deseos de trabajar (Como antes mencioné, trabajaba en algo que sólo servía para pagar mis cuentas y para justificar mis horas de ocio. Tenía uno de esos empleos que no deberían existir jamás). Esa fue una actitud rara en mí. Nunca he sido de los que faltan a sus deberes. En fin, no quiero alargar más esto. Como iba contando, en vez de ir a trabajar. Me puse a caminar por las calles del centro, buscando algo que hacer a las 9 de la mañana. No encontré nada más productivo que entrar a un café con piernas; ahí me atendió Gissele. Me dijo que tenía veintidós, pero siendo bien objetivos, Gissele claramente superaba los treinta. Pedí un café y, mientras esperaba que me lo trajeran, noté que alguien había olvidado su periódico en la mesa contigua. Lo tomé y me puse a ojearlo hasta llegar a la parte de los avisos. Fue cuando abrí esa sección, el momento en que mi vida tuvo un giro de ciento ochenta grados. Un recuadro destacaba más que cualquier otro aviso Casting único para programa familiar desde las diez de la mañana llamar al 224563(en esa época sólo había 6 dígitos en el teléfono). No se qué era, pero no pude dejar de mirarlo. Cuando llegó el café, mi vida ya era otra, bebí el café rápidamente y me dirigí al casting. En ese momento no pensé ni en mí ni en nada, era un impulso incontrolable que me empujaba a ese lugar. Es que estaba en mi destino. Mi primer paso a la fama!!! Después de ese día mi vida cambió. Nací de nuevo. Al principio sentí que la situación era ridícula, que todo era un error, pero al pasar los meses mi personaje se hizo más y más conocido. Trabajaba en un programa que veía el país entero. Todas las familias sabían quien era yo. Me adoraban. Cada vez que aparecía en escena una ovación gritaba mi nombre. Pero todos ignoraban quien era realmente. Existía una intriga constante por descubrir mi identidad. El hombre que no decía palabras, que usaba máscara y vestía de negro. Ese era yo, el misterioso y temido Chacal de la Trompeta. El juez del infierno. Con mi trompeta descalificaba a todos aquellos que llegaban al escenario intentando entonar las canciones más espeluznantes que se pudieran escuchar. Ami lado se encontraba el demonio mismo presentándolos; Don Francisco. Juntos nos transformamos en la dupla del momento. Al principio deseaba contarle a todos que era yo aquel malvado, que se reía en la cara de los participantes, que gozaba escuchando al público corear el Fuera! Fuera! Fuera!, pero luego me di cuenta que esa era la gracia de ser el Chacal, nadie conocía al hombre detrás de la trompeta. Con el paso del tiempo empecé a conocer personas parecidas a mí. Me hice amigo del Señor Lápiz y el Señor Oso de Cachureos; comprendí que no era el único incógnito del país, que éramos una especie única, una sociedad especial y anónima. Nuestros trabajos no podían ser divulgados al común de las personas. Nos hicimos buenos amigos. Es que nadie podía entender mejor que nosotros mismo lo que era vivir con un secreto como ese. Sé que puede sonar ridículo, pero era verdad. Qué pasaría entre los millones de niños que veía el programa si se enteraban que el Señor Lápiz, era más bien la Señora Lápiz? Así es. Costó mucho mantener especialmente ese secreto, pero con esfuerzo lo logramos. El empleo fue para todos el renacimiento. Nuestra sociedad anónima se transformó en la razón de vivir. Nos empeñábamos por hacer lo mejor posible nuestro trabajo. El Señor Lápiz (prefiero continuar con la tradición de Señor, en vez de Señora), se inscribió en cursos de dibujo, para perfeccionar la mano. El señor Oso, fue a distintos asilos de ancianos y jardines infantiles, para desarrollar más su lado tierno y meloso. Leyó libros de inteligencia emocional, para lograr una profunda conexión con el otro. Yo por mi parte, frecuentaba gimnasios de lucha libre (esos si que eran escenarios), donde me enseñaron a domar y controlar al público. También entré a clases de Trompeta, obvio…. Los tres éramos lo mejor de lo mejor. Nuestra popularidad crecía de manera descontrolada. Nos tomamos el trabajo muy en serio. Ensayábamos días enteros y nos dábamos consejos para que el show fuera perfecto. Todos nos deseaban, soñaban con nosotros, nos imitaban, pero lo más importante, querían saber quienes éramos realmente. Pero ese secreto lo llevaríamos hasta la tumba si era necesario. Nuestros trajes eran nuestra personalidad y el secreto nuestra alma. Sin él no éramos nada. Andábamos por las calles de la ciudad y, aunque nadie nos veía como lo que realmente éramos, sentíamos el país a nuestros pies. Las mañanas y tardes eran nuestras y lo sabíamos bien. Fueron tiempos felices, aunque para la gente que me veía en la calle seguía siendo un don nadie, para mí, para nuestra sociedad anónima y para el público, era El Chacal. Mi simple nombre inspiraba respeto. Más de una vez entraron a mi camarín muchachas, deseándome con locura. Modelos de Sábado Gigante hacían cola por estar con El Chacal, sacarle la máscara domarlo y por supuesto me encargue de dejar bien parado a Don Chacal. Años después nos hicimos conocidos en el extranjero. El grupo creció ya no éramos sólo tres, sino que se integró Guru-Guru y otros personajes de Cachureos. Estuvimos a punto de formar un sindicato, pero la idea nunca se desarrolló. Como decía, nos fuimos a trabajar al extranjero. La presión de mantener el secreto se hacía cada vez más complicada. Además apareció nuestro primer problema (y quizás el único). A medida que la sociedad anónima crecía, la necesidad de un líder se hizo presente. El problema era que todos queríamos ese rol. Así es, el deseo de poder comenzó a cegarnos y peor aún nos enemistó poco a poco. Todos teníamos el mismo secreto guardado. Las ganas de ser un poco más poderosos que el resto aumentaban a diario. Comenzamos a trabajar uno en contra del otro. En una oportunidad el Señor Oso, se encargó de dejar a la vista la trenza con la que el Señor Lápiz amarraba su cabello. O en otra oportunidad la Señora Lápiz, abrió el traje del Señor Oso, para que se viera que dentro había un hombre escuálido, que apenas podía con el disfraz. Pero lo peor lo viví yo. En mi cumpleaños número cuarenta, el programa decidió sorprenderme y vaya que sorpresa me dieron. Don Francisco, es un hombre entrenado en sorprender, hacer llorar y arruinar vidas como la mía. Buscaron en mi pasado, mis amigos, mi familia mis orígenes y descubrieron el mejor regalo que podía recibir a los cuarenta años. Al término de mi rutina, Don Francisco se acercó al escenario para charlar con el Chacal. Comenzó con algunos chistes a los que respondía haciendo sonar mi trompeta, pero luego de unos minutos su cara cambió de aspecto y se tornó seria. Una música sentimentalera y de muy mal gusto comenzó a oírse. Contó al público que en una odisea realizada por el equipo periodístico del programa, para ahondar en este famoso personaje que era yo, habían descubierto la huella que el Chacal había dejado en la vida. Luego de mostrar un video con la “búsqueda de mi origen” (más bien una búsqueda de aquello para subir el rating), Don Francisco añadió: bueno mi querido Chacal, nos complace contarte a ti y al público que tenemos un contacto en directo con Chillan. (Al escuchar Chillán, mi piel se erizó) Chacal amigo mío, en Chillan se encuentra Robertito; Robertito tiene ocho años y es hijo de Gloria González (Gloría González, ese nombre llegó como eco a mis oídos, todo se me nubló. Por suerte seguía con mi disfraz y nadie veia el estado en el que me encontraba.) Al hombre detrás del Chacal le ha faltado siempre algo en la vida, una familia; él mismo me lo ha dicho un montón de veces (mentira!!!… siempre he comentado lo feliz que soy siendo soltero!!!) pues bien, esto es algo que tu no sabes, pero no soy yo quien debe contártelo (Gloria González, es una “amiguita especial” que tengo en Chillán hace más de quince años). Entonces la cámara mostró a un pequeño niño, con sus mejillas quemadas por el frío y sin algunos dientes. El periodista le acerco el micrófono para que hablara. Estaba desesperado, no sabía que hacer. Ya no podía más, quería escapar. Sabía que lo que se venía no era para anda bueno. Veía al público que lloraba como sabiendo lo que se venía. Aun no quería aceptar nada. Entonces el niño se puso a llorar y la madre agarro el micrófono y explicó Chacal, Robertito es hijo tuyo. Palidecí de sólo escucharlo. Los llantos del público hacían parecer esto el mejor espectáculo jamás antes visto en la televisión chilena. Y yo en lo único que pensaba era querer escuchar que esto era sólo una broma. Pero no era así. De hecho esto era sólo el principio. Con ayuda del sentimentalismo de Don Francisco, una música de reencuentro y los aplausos del público, se logró que el niño hablara, Con lágrimas en los ojos mostró una pinturita que me tenía de regalo. Era un dibujo mal hecho, con los bordes completamente arrugados, con la imagen del Chacal tomando la mano de un niño, él. En ese momento sentí lo mismo que la mañana que decidí no ir a trabajar. Estaba a punto de cambiar nuevamente mi vida. Las manos me sudaban y el traje hacía que mi respiración no fuera fluida. Fue entonces cuando Don Francisco hizo la pregunta del millón Robertito, que deseas decirle a tu papá? Y Robertito que ya prácticamente no tenía voz para hablar, de tanto aguantarse el llanto respondió Que mi papi se saque la máscara. Don Francisco sabía que este era un momento anhelado por muchos, que todo Latinoamérica deseaba saber quien era realmente el Chacal y yo por mi parte sabía que era el fin de mi carrera y que la sociedad anónima se extasiaría con mi derrota pública. El momento fue alargado para agarrar más público. Las palabras de Don Francisco hicieron que la madre de mi nuevo hijo (quien además se encontraba acompañada de una serie de personas que supongo que eran su familia y por su puesto lloraban a moco suelto) llorara también. Sólo quería que esto fuera una simple pesadilla o broma del programa. Don Francisco animó al público para que también exigieran la revelación. Todos gritaban desesperados deseosos de saber quien era el Chacal de la Trompeta. Los aplausos, los llantos, súplicas desde Chillán y la insistencia de Don Francisco no me dieron otra salida que respirar profundo y sacarme la capucha. Entonces el silencio apareció en gloria y majestad. Todos vieron a este hombre insignificante medio calvo con barriga y anteojos sosteniendo una trompeta y vestido de negro. La familia de mi nuevo hijo aplaudía y lloraba por lo que acababa de hacer. En el estudio nadie podía creerlo. La sociedad festejaba y yo volvía a ser don nadie. Fui noticia de diarios y revistas. Me acosaban por entrevistas, pero mi depresión fue tal que me aleje de todo el mundo del espectáculo. Y ahora estoy aquí, en Chillán viviendo junto a mi nueva familia. Criando niños (Porque Gloria a los pocos meses de casarnos, me dio la sorpresa de que esperaba trillizos). Viví el sueño de todo chileno, estuve en la cima de la fama y ahora estoy aquí. Tuve el mundo a mis pies. Controlé los múltiples escenarios. Le di un nuevo significado a las tardes familiares. Fui el signo de interrogación más deseado de la época y ahora estoy aquí. Creé una sociedad anónima, junto a mis semejantes, y ahora estoy aquí trabajando en una tienda de autos usados. Paseo por las calles y pocos son los que me miran y reconocen en mí al Chacal. Es triste pensar que pude conseguir más de lo que logré. A veces siento la impotencia de no haber hecho algo en agradecimiento a este personaje que me dio los años más felices de mi vida. Tal vez por eso me encuentro contando esta historia, esperando que quien la lea sepa que fui alguien. Que entienda que el Chacal de la Trompeta, ahora tiene una historia, de esas que uno se muere por escuchar en noches familiares. Ahora no soy nada, soy un simple mortal.

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